domingo, 7 de junio de 2015

Y mientras tanto...

Hoy vengo a contaros un caso real. 

Un día volviendo de clase, después de ir medio dormida por haber tenido un examen y estar demasiado cansada, baje del autobús y se me cayó el portafolios y se salieron volando la mayoría de los pauntes. Hacía bastante viento, así que salieron volando cada uno por un lado. Después de pelear contra viento y marea, viendo como los apuntes se me escapaban de las manos... mi enfado iba creciendo. 
Había bastante gente a mi alrededor, observando como intentaba recoger los folios y como se iban alejando. Nadie hizo nada. Nadie me echó una mano.Les debía de hacer mucha gracia ver como intentaba cogerlos.
Así que al final me fui a casa medio pensando en la mierda de gente que existe en el mundo y medio riéndome por lo patético de la situación. 
En cómo nadie se dignó a ayudarme aun viendo mi desesperación. 

Más tarde me llamó mi hermana para preguntarme qué tal el examen. La conté como perdí mi batalla contra el viento y perdí mis apuntes, en cómo la gente no hizo nada para echarme una mano y se quedaron ahí plantados viendo como corría de un lugar para otro.

Mi hermana me dijo: hay cosas peores en el mundo, míralo por ese lado. 
Y me contó la siguiente historia: 
Mi hermana estaba sentada en la terraza de un bar con sus amigos, tomando una cerveza, y vio como un hombre con los cristales de las gafas rotos iba pidiendo por las mesas algo de dinero o comida muy desesperado. 
Mi hermana lo vio y se lo comentó a sus amigos. 
Una de las amigas de mi hermana le contó lo siguiente: 
Un día ese hombre se acercó a la mesa donde estaba ella (en la misma terraza) y le dijo que si podía darle algo de dinero para comer, que tenía una hija recién nacida que llevaba un día sin comer porque no tenían dinero para comprar nada y tenía mucho miedo de que muriese de hambre. 
La amiga de mi hermana fue con él al supermercado más cercano y compraron alimentos para la pequeña. No pudo comprar mucho, ya que por desgracia son bastante caros y ella tampoco es que ande bien de dinero así que compro leche, potitos y pañales. 
El señor le dio las gracias y se despidieron. 
Días después, la amiga de mi hermana iba por la calle y se encontró con el siguiente panorama. 
Una mujer tirando ropa y diversos utensilios por la ventana, gritando e insultando a un señor. Todo el mundo mirando. Se acercó y era aquel hombre al que había acompañado a comprar comida para su hija.
El hombre estaba llorando. 
Después de llevárselo más lejos y conversar con él, el hombre le contó a la amiga de mi hermana que aquel día cuando llegó a casa, su mujer se enfadó con él porque solo traía comida para la niña y nada para ella, su mujer le empezó a pegar y le tiro una silla que se la partió en toda la espalda, y le rompió las gafas. Que es marido de una mujer gitana, y que no sabe como salir de esa situación porque toda la familia de ella se le echaría encima. 

La historia continúa, pero en resumen mi amiga contactó con Cáritas para ver en que le podían ayudar. 

Son historias que no deberían existir, son vidas que se deben cambiar. Por suerte, siempre hay gente, donde menos te lo esperas, que son como un ángel que te viene a rescatar cuando más lo necesitas. 


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